AIREAR LA ANTROPOLOGÍA: UN CAMPO EXPERIMENTAL
La presente comunicación relata el itinerario etnográfico compartido con varios colectivos de arquitectura e investigadores culturales en los últimos años. Un trayecto temporal y geográfico por la ciudad de Madrid que transita por diversas sitios donde la ciudad se torna en un objeto de aprendizaje y cuyo proceso ha abierto la posibilidad para re-aprender el trabajo etnográfico en términos de lo que designo/amos como una colaboración experimental. Con ello me/nos referimos a un modo etnográfico que desplaza la práctica epistémica de la observación y la relacionalidad caracterizada por la participación por lo que llamo una colaboración experimental, una modalidad de trabajo de campo que articula su relacionalidad mediante la colaboración y su producción de conocimiento a través de la experimentación. No deberíamos entender tal experimentación como un entorno artificial en el cual el antropólogo hace del otro un sujeto del experimento; lo experimental es aquí la condición de un campo caracterizado por la construcción conjunta de ambientes para la producción de conocimiento.
La antropología ha señalado su origen mítico en el trabajo de campo que realiza Bronislaw Malinoswski en las islas Trobriand hace exactamente un siglo (entre 1915 y 1916). El antropólogo describió años después este como un intento por desarrollar una “antropología abierta al aire” (“open-air anthropology”). El tránsito urbano de ese largo itinerario etnográfico por la ciudad que he descrito desdibuja la condición del campo etnográfico como lugar para la producción empírica y lo torna literalmente en el sitio paradigmático para la producción de conocimiento antropológico. Un ejercicio que airea de nuevo la antropología cuando hace de ella un ejercicio experimental compartido con nuestras contra-partes en el campo.
(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo