El objetivo de la presentación será ofrecer un panorama general sobre la diversidad de situaciones sobre las que los sueños reciben una atención especial por parte de los mayas peninsulares asentados en la región del Camino Real, en su vertiente campechana. Más que tratar de realizar un análisis interpretativo de los sueños registrados durante mi trabajo de campo, o elaborar una guía de los significados que éstos reciben por parte de los mayas a partir de lo que en ellos acontece, tal y como ya hiciera Robert Laughlin en Zinacantán (1966, 1992), mi ponencia tratará de mostrar cómo, en el presente, los mundos oníricos continúan siendo uno de los canales privilegiados de comunicación entre los seres humanos y toda una pléyade de entidades, tan intangibles como poderosas, que condicionan el devenir de la vida cotidiana de las comunidades y sus habitantes. Privilegiados en el rubro de las comunicaciones oníricas con el mundo “espiritual” son, sin duda alguna, los especialistas rituales nativos (De la Garza 2012; Pitarch 1996; Ruz 2010) o jmeen. Son éstos quienes, en diferentes etapas de su vida, dependen de los mensajes que reciben del más allá para obtener los conocimientos que les permitirán alcanzar el éxito en sus trabajos. Este éxito, más allá de apuntalar el prestigio del especialista, implica que los rituales de curación que dirijan tengan éxito y sus vecinos recuperen la saludo perdida, o que los añejos “dueños” de la foresta obtengan (en tiempo y forma) las ofrendas que los humanos deben hacerles llegar cada año, so pena de romper con el milenario pacto de reciprocidad que permite a los hombres alimentarse de los productos que generosamente les ofrece la tierra que los primeros les prestan. De esta forma, los sueños se convierten en uno de los pilares sobre los que se sustenta y reactualiza la cotidiana relación de los mayas con el universo sagrado, e intangible durante su vigilia, que les rodea.

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