Desde los primeros proyectos migratorios (intensificados a partir de mediados de los años 50) que llevaron a la población rifeña (amazigh berberófona), del Rif marroquí a destinaciones europeas como España (y en concreto Cataluña), Francia, Bélgica y Holanda, hasta hoy en día, los rifeños han llevado a cabo un asentamiento transnacional que se estructura a partir de dos factores: el establecimiento de unidades domésticas neolocales, muy cercanas entre ellas en contextos locales, y el mantenimiento de las funciones y de la funcionalidad de la familia extensa como unidad básica de organización del parentesco, socioeconómica y ritual, manteniendo el rol de cada uno de sus miembros y adecuando sus funciones a las distancias espaciales. En este marco, la conceptualización de los niños y niñas de una familia como miembros del grupo extenso no ha variado pero sí se ha adecuado a la transnacionalidad haciendo que las figuras responsables del cuidado de los niños de una familia y las figuras con autoridad sobre estos menores (que no siempre recaen en la misma persona) no estén siempre presentes en las vidas cotidianas de estos menores. Esto no les exime de sus responsabilidades ni de su autoridad lo que lleva a la utilización de mecanismos para que se puedan ejercer estos roles de cuidadores a la vez que para que los menores estén en la mayor proximidad física con estas figuras: la circulación de adultos cuidadores y la circulación de menores por la red de unidades domésticas que configuran la familia extensa transnacional. Mi propósito en esta comunicación es poner atención en la circulación de menores rifeños por este espacio transnacional de la familia extensa para poder analizar cómo, a pesar de las distancias físicas, el cuidado de los menores se transnacionaliza también, en el mantenimiento de su rol y de su conceptualización como “hijos del grupo”.

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