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La necesidad (¿o no?) del distanciamiento simbólico/emocional en el análisis etnográfico: estrategias, alcances y conflictos.

Mucho se ha escrito sobre la contraposición y complementariedad de la objetividad y la subjetividad en las ciencias sociales; desde la antropología, se nos hace un llamado a análisis rigurosos surgidos de relaciones intersubjetivas. Sin embargo, el sutil juego entre lo etic y lo emic resulta una dinámica mucho más compleja de lo que en ocasiones se espera, sobre todo en los casos en los cuales el investigador aborda su propio contexto. Es, sobre todo en estos casos, donde la cercanía emocional y simbólica comienza a jugar un papel fundamental en el análisis mismo de las realidades que abordamos /vivimos. Las interacciones durante el trabajo en terreno son complejas, pero además nos enfrentamos con nuevas dificultades en la etapa de escritura, en la cual el distanciamiento simbólico influirá nuestro análisis y, por otro lado, las emociones – relacionadas con nuestros intereses, el contexto que pretendemos analizar, etc.- aflorarán constantemente. Es un proceso íntimo y poco visibilizado entre investigadores, pero que afecta nuestra producción intelectual y los resultados de las investigaciones.   Por esta razón, resulta pertinente reflexionar sobre nuestra relación con el ejercicio etnográfico desde la autobiografía y la emotividad, pues ellas estarán transversalizando nuestro quehacer como antropólogos. Esto nos llama a aproximarnos a estrategias que nos faciliten abordar los conflictos y establecer los alcances de nuestros análisis.

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