Deseo desentrañar desde mi comprensión de la etnografía –la cuál entiendo cómo la observación de una realidad en la que dejo huella al tiempo que me marca- el importante papel jugado por las emociones en dos momentos clave de la investigación. Primero durante el proceso de observación cuando las emociones fluyen tanto de quienes me rodean cómo de mi misma dando profundidad y añadiendo matices a lo experimentado y por lo tanto sentido; Segundo durante todo el proceso de escritura, el cual esta inevitablemente marcado por el recuerdo de las emociones despertadas durante la observación así como por aquellas emociones compañeras en mi rutina, las cuales se originan en mi visión de la realidad al tiempo que modelan mi comprensión de la misma (aquella que percibo) posicionándome en el mundo cómo persona pero también en la academia cómo científica. Además desearía dar cuenta de cómo esta toma de conciencia, que considero un deber ético, me supuso romper con la ficticia y aséptica relación sujeto /objeto para adentrarme en otra mucho más real, rica y sobre todo sincera aquella de las relaciones de intimidad entre pares; siendo estas las únicas preconizando la igualdad entre investigador/a e investigados/as y por lo tanto desterrando la inmanente superioridad moral e intelectual de uno/a y la supuesta inferioridad, en los mismos términos, de otros/as reconociendo por tanto la legitimidad de saberes originados allende de la academia.

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