La denominada Asociación de los pueblos más bonitos de España se constituyó en 2011 con los objetivos, a grandes rasgos, de promocionar, difundir y preservar el patrimonio cultural y natural de ciertos núcleos de población, continuando así la estela del modelo pionero francés, instaurado en 1982, bajo el lema de Les Plus Beaux Villages de France. Los municipios que integran dicha asociación se incrementan de forma anual a partir del cumplimiento de una serie de premisas generales que, de forma sintética, pueden resumirse en dos grandes criterios: la escala del municipio (que debe ser inferior a los 15000 habitantes) y la singularidad de su patrimonio (con especial incidencia a los valores histórico-arquitectónicos y naturales). Ambas premisas se interrelacionan hasta tal punto que, en poblaciones mayores de 5000 habitantes, la asociación contempla solamente un casco histórico en perfectas condiciones. ¿Pero qué y quién define los parámetros que justifican la consideración de unos valores y la exclusión de otros? ¿Qué consecuencias comporta esta categorización? ¿Qué intereses perfila esta jerarquización? En esta comunicación analizaremos, a partir del caso concreto de pueblos declarados en la Comunitat Valenciana (Morella, Vilafamés, Peñíscola y el Castell de Guadalest) la repercusión de este fenómeno al hilo de las relaciones e intereses del binomio turismo-patrimonio, intrínseco a esta designación. Con especial atención a las estrategias de marketing heritage orquestadas por los organismos institucionales municipales, como marca distintiva que promueve la espectacularización del sitio para satisfacer ciertas demandas y necesidades turísticas actuales.

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo