Una de las cuestiones que aprendí muy pronto en mi vida académica fue que los períodos sabáticos no son una concesión graciosa para los profesores e investigadores que laboramos en instituciones de educación superior, sino que forman parte de nuestras tareas y se constituyen en una necesidad vital para que sea posible mantener un buen desempeño en el trabajo que desarrollamos. Fuera del círculo de colegas universitarios, sin embargo, la mayoría de las personas desconoce en qué consisten los compromisos y deberes que adquirimos para que se nos autorice el sabático, cómo logramos llevarlos a cabo, de qué forma se evalúa el desempeño que mostramos cuando ha finalizado el período y cuáles son los resultados que obtenemos para la continuación de nuestras labores. Por tales razones, el propósito de esta ponencia es narrar mi propia experiencia y hallar en ella aquellos aspectos que pudieran ser genéricos para los que trabajamos en el ámbito académico en la etapa de preparación del sabático (tipo de apoyos, fuentes de financiamiento, trámites burocráticos, etc.) y de rendición de cuentas institucional (entrega de informes, constancias y comprobación de gastos), pero sobre todo contar cómo fue y qué impacto personal me produjo la estancia en Salamanca, España, durante el disfrute de mi año sabático en 2014.

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo