Este texto parte de la obra de Pierre Clastres y tiene el propósito de analizar y valorar, así como a la vez criticar constructivamente e intentar superar, las reflexiones que realizó acerca del poder. Para ello, el análisis se centrará en las observaciones que escribió sobre el poder de los jefes: por ejemplo, cómo éstos, pese a atesorar el privilegio del monopolio de la palabra, no pueden dejar de pronunciar unos discursos que no pueden ser subversivos ni salirse de lo esperado. Además, a la luz de la interpretación suministrada por pensadores como Arendt o Kojève, se abrirá la cuestión al concepto de autoridad, un concepto en el que Clastres no profundiza y no cesa de confundir con el de poder. Lo que se quiere recalcar es cómo el poder político no puede sostenerse exclusivamente sobre sí mismo y precisa el sustento de un elemento distinto como la autoridad; es decir, un tipo de poder cualitativamente distinto, que se asienta sobre factores como el prestigio y el reconocimiento, que debe permitir cierto margen de libertad y que implícitamente reconoce la importancia de los otros. Según esta interpretación, la autoridad comparece como un poder más allá del poder que al mismo tiempo que lo sustenta también puede derivar en su impugnación e incluso derrocamiento. De ahí que el mencionado discurso de los jefes deba ser previamente autorizado, palabra que procede de autoridad, por quienes teóricamente son sus súbditos y se evidencie de este modo la precariedad intrínseca a la misma autoridad.

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