Diversos conflictos en Latinoamérica hoy se construyen entre guerras informales, no declaradas y silenciosas en las que agentes paraestatales, estatales, redes transnacionales del crimen organizado y civiles de las propias comunidades actúan de forma difusa implementando “nuevas formas de orden social” en las aparentes zonas de desorden, ilegalidad o excepción. En estos escenarios, la violencia sexual sistemática hacia las mujeres nos plantea varios retos en su estudio y denuncia. La premisa de la violencia sexual como arma de guerra que toma como objeto el cuerpo femenino como extensión del territorio enemigo, objeto de aniquilación y “pergamino” de la victoria es una guía útil pero insuficiente. Primeramente en razón de que la violencia sexual en los contextos de guerra informal se produce estructuralmente y se instala como una forma neocolonial dentro de una cadena de violencias cotidianas que tienden a silenciarse por no estar insertas dentro de una guerra formal. En segundo lugar, los cuerpos son ultrajados por perpetradores pertenecientes a varios frentes de las esferas comunes e íntimas rompiendo así dualismos como perpetrador-militares/víctimas-mujeres civiles en contexto de guerra, o victimarios-hombres/víctimas-mujeres. En tercer lugar, los cuerpos violentados no son exclusivamente de mujeres, incluyen todos aquellos considerados como no femeninos. La ponencia discute este argumento a la luz de la experiencia de mujeres migrantes y personas LGBTTTI indocumentadas en México, quienes han sido protagonistas de estas violencias y a través de su cuerpo disputan también el control/sujeción que se pretende imponer en ellas mediante la violencia.