En una sociedad globalizada, donde el conflicto se entiende como una mera transgresión y no como una oportunidad para la reflexión y el cambio, las poblaciones de adolescentes en riesgo de exclusión social cada vez ven más limitadas sus posibilidades de acceso a la comunidad. Es entonces cuando el conflicto se convierte en violencia, pues las herramientas formativas han fallado en su primera concepción, la socialización del individuo y su conversión en ciudadanos libres y responsables. En la presente comunicación partimos de la base que la estigmatización es un proceso social, pero igualmente psicológico, generando en el Sujeto formas de apreciar la cotidianeidad de una forma muy específica. Esta marcada vulnerabilidad de colectivos marginales, estigmatizados por categorías tan dispares como la etnicidad, la orientación sexual o  condición de clase, va a generar por parte de la sociedad hegemónica, la creación de fronteras perfectamente delimitadas, en un intento de enfocar la Otredad desde posicionamientos de mixofibia, en un claro intento de invisibilización de las contradicciones del actual sistema neoliberal. Por esta razón, la violencia que se producen  centros educativos que alojan a este tipo de alumnado no debe contemplarse como algo puntual sino procesual, siendo el objetivo de la presente comunicación presentar un estudio acerca de las tramas de violencia que se producen en un centro de difícil desempeño en una barriada estigmatizada de la capital onubense.

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