La reformulación de las políticas asistenciales españolas en 2006, basadas en la mercantilización y la privatización, han supuesto una universalización incompleta de los servicios y una insuficiencia de recursos para resolver las necesidades de las personas en situación de vulnerabilidad, aumentando así las desigualdades sociales. Por otra parte, se han generado empleos, aunque precarios, altamente feminizados, que se desarrollan en unos servicios públicos poco profesionalizados. La regulación pública del trabajo de cuidados se sigue sustentando en los imaginarios culturales basados en la feminización y la domesticidad de la actividad, dimensiones que dificultan la creación de perfiles profesionales prestigiados y la desfamiliarización de los cuidados. Esta situación se acentúa en el caso de los Servicios de Ayuda a Domicilio, porque son trabajos que se realizan en el ámbito privado y porque las personas receptoras son principalmente mujeres mayores con alto poder de decisión en como ser cuidadas. Además es un servicio que si bien posibilita la permanencia en el propio domicilio no resuelve las necesidades delegando así la responsabilidad de los cuidados a las familias. En esta comunicación se analizan las representaciones sociales que dificultan el reconocimiento y la redistribución de los cuidados y las limitaciones del modelo de bienestar para garantizar los derechos de las personas que cuidan y de las personas que son cuidadas.

(*)El autor o autora no ha asociado ningún archivo a este artículo