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Cuerpos generizados. Prácticas corporalizadas

Desde la cultura occidental se ha categorizado a las mujeres a partir de una diferencia biológica que se trata como evidente y natural y que además se inscribe en el cuerpo. Un cuerpo regulado, normativizado, determinado por un sistema de género que discrimina a las mujeres. Mediante modelos estereotipados, normas, comportamientos, valores y deseos operan a través de sistemas de significado que a su vez operan a través del cuerpo vivido, son incorporados (hecho cuerpo) por las mujeres. Esta interiorización de la identidad femenina hace que sentimientos como el miedo, la indefensión, la sensación de vulnerabilidad se integren en los cuerpos de las mujeres restándoles de esta manera autonomía y libertad. Debido a que estos significados operan a través de los cuerpos, se los percibe como naturales cuando, de hecho, son en gran parte de carácter social. Así, una práctica como la autodefensa, femenina o feminista, se puede pensar como una forma de reprogramación del cuerpo y un agente activo en la reformulación de nuevas relaciones de género. El cuerpo no solo como el lugar que recibe violencias sino como un agente perfecto en la confrontación, la respuesta, la resistencia. En el análisis se establece un lazo entre conceptos claves: la violencia, vinculada a la construcción social que avala o no que esta se ejerza; las violencias sobre las mujeres, como una forma específica de violencia; el cuerpo, espacio donde estas dinámicas se materializan. Una perspectiva que tiene representaciones desde y sobre el cuerpo y efectos sobre el mismo.      

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