La evolución del tiempo cultural nos brinda la oportunidad de observar cómo los estilos de vida han sido conformados a través de un entramado entre los modelos productivos y la percepción de la felicidad. Hemos pasado del temor al cambio a la adoración de lo nuevo motivada por la aceleración y, paralelamente, de percibir la felicidad como un regalo del azar a considerarnos los escultores y responsables de nuestra dicha. En este camino, hemos hipotecado inmensas parcelas de tiempo y experimentado nuevas emociones que han ido transformando nuestro paisaje cultural. Hoy día, experimentamos una desincronización sin precedentes, y en la banda sonora cotidiana se observa un choque de ritmos que supone un nutrido campo para la observación antropológica. Alimentación, moda y autocuidado son algunos ejemplos en los que valorar la convivencia entre lo fast y lo slow, la rápido y lo lento, en las diferentes facetas de nuestra vida.Esta dicotomía nos enfrenta a un diseño emocional a medida donde el equilibrio lucha contra el caos. Pero ¿qué patrón subyace tras este desorden aparente? La revisión diacrónica y el concepto de retropía en el que se enmarca este panel –entendida aquí como anhelo de rectificación-, nos brindan la oportunidad de trazar una línea de análisis sobre la arritmia cultural, que se nutre, a su vez, del trabajo de campo desarrollado desde el año 2013 sobre la gestión cultural del tiempo y su relación con la calidad de la experiencia. 

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