A través del control productivo motivado por la aceleración nuestro tiempo ha quedado atravesado de normatividad, una de las consecuencias más eficaces del sistema de apropiación temporal. Lo cierto es que las encuestas de empleo del tiempo, desarrolladas desde los años 70 de forma periódica y comparable, milimetran los minutos que empleamos en cada actividad -divididas entre productivas o productivas no de mercado-, pero nada dicen de los sentimientos que generan. Sin embargo, la gestión del tiempo es una cuestión más emocional que de distribución: cómo nos sentimos va a determinar cuánto tiempo nos falta, dónde lo perdemos, cuándo es libre y quién o qué nos lo quita. Me apoyo para ello en el trabajo de campo realizado en la ciudad de Murcia sobre la gestión cultural del tiempo y su influencia en la calidad de la experiencia (2012). En esta comunicación se analizará, por tanto, la dimensión productiva y la dimensión emocional del tiempo para describir la génesis y desarrollo de los rasgos que definen nuestro tiempo cultural, entendido como una práctica social configuradora de identidad; una valiosa herramienta para conocer a los grupos humanos, qué es importante para ellos, cuáles son sus valores y creencias y qué sentimientos favorece. El objetivo es estudiar cómo conciencia y tiempo cultural se configuran mutuamente. Con los resultados obtenidos escalaremos por el modelo de los niveles de conciencia para examinar en ellos la relación entre estas dos dimensiones, en qué grado se da y las paradojas que genera.

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