La población de origen rural solemos referirnos a nuestro lugar de nacimiento y a las gentes entre las que crecimos como “mi pueblo”, el cual entendemos como una “naturaleza” que en muchas ocasiones se encuentra asumiendo el espacio de la cultura. “Y esta `naturaleza` es aquí y así una referencia de identidad (Velasco, 1988:28).Conjuntamente, identidad es también la continuidad de un pueblo a lo largo del tiempo que implica una memoria colectiva y una capacidad de interpretar, de reconocerse en hechos y en acontecimientos a lo largo de la historia. Así, los rituales festivos tradicionales, caso del Canto del Ramo en los pequeños pueblos eminentemente agrosilvopastoriles de la comarca de montaña de Valdebecedas (Ávila, España), se encontrarían entre sus signos de identidad, puesto que contribuyen a mantener viva su memoria colectiva.De esta forma, “una cierta conexión genealógica es la trama social de la identidad como continuidad en el tiempo” (Ibídem, 1988:37). A su vez, la tradición se concibe como una herencia colectiva. Las gentes rurales percibimos a propósito de lo que llamamos la tradición un sentido de identidad como continuidad en el tiempo que vincula a cada pueblo con las generaciones pasadas.Por tanto, entre los múltiples sentidos de la identidad que nos remiten a la peculiar y compleja significación del concepto de pueblo, la identidad como continuidad en el tiempo no es otra cosa que, junto a “variaciones sobre el significado de `pueblo`” (Ibíd., 1988:28), el modo como las gentes rurales transformamos la cultura en una “naturaleza”.