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La caza de la perdiz con reclamo: la inversión del "otro como uno mismo"

En el área mediterránea, la caza de la perdiz con reclamo se remonta milenios atrás y, sustancialmente, solo ha cambiado la forma de capturar la perdiz silvestre (Alectoris rufa). La esencia de esta modalidad, como sabe todo cazador, radica en el engaño. Siempre al provecho del ciclo biológico del animal, de su celo, los cazadores operan bajo tan marcada influencia orgánica y climática en el comportamiento de la perdiz campera –territorial, posesiva y celosa como pocas gallináceas-, para insertar una domesticada en jaula, pero también encelada, en el lugar y momento preciso en el que las “campesinas”–como los cazadores llaman a las de campo- están formando colleras, o ya están formadas en cópula, para su anual reproducción. El conocimiento de la biosemiótica del perdigón provoca el “encuentro” entre el complejo perdiz-cazador y la “campesina” y, en sí mismo, permite realizar y desarrollar el engaño. Así, el engaño produce las condiciones necesarias para que se produzca una interacción comunicativa a través del “encuentro”. Sin embargo, la ejecución del engaño recae sobre el perdigón de la jaula quedando el cazador sumiso a los mandatos de su pájaro. El pájaro de la jaula se convierte entonces en otro como uno mismo, lo que facilita que temporalmente se inviertan los roles en la caza: quien caza es el perdigón y el cazador, atento, actúa como soporte. Esto expande la limitada aplicación de los análisis de interacción comunicativa, no limitándose a los dominios de prácticas y relacionamiento solo entre seres humanos.

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