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LA IDENTIDAD Y LA EXPERIENCIA DE LA ENFERMEDAD

La identidad, entendida como un modo de adhesión y vínculo social surgido de la selectividad de ciertos rasgos culturales compartidos, o como una caracterización del yo sustentada en diversos procesos de socialización, se encuentra sostenida en un conjunto de prácticas corporales dentro de las cuales sólo algunas se tornan significativas para la definición subjetiva del “quién soy yo”. Esta propuesta se encamina a explorar algunas implicaciones que surgen de la relación entre la identidad y la experiencia de la enfermedad, más aún, cuando ésta última es considerada “crónica” desde el discurso de la biomedicina, como sería el caso del cáncer o del VIH/sida. Como afirman algunos enfoques postestructuralistas, la identidad puede concebirse como una posición fundamentalmente móvil que retoma referentes simbólicos multidiversos para su constitución, no obstante, las fronteras de la identidad no necesariamente se hacen desplazar de manera voluntaria, sino que, inclusive, estas adhesiones temporarias, cuando emergen por el designio de la enfermedad, pueden actuar bajo una lógica coercitiva y generar cierta inmovilidad y un sentimiento de definitividad, lo que en conjunto puede devenir en una identidad que aparentemente no deja margen de acción o permite poca capacidad de elección. En contraparte, es necesario explorar la dimensión de la agencia, e indagar hasta qué punto el sujeto no es una mera extensión de nombramientos colectivos, sino un sujeto histórico que en su determinación social hace valer y significar de otros modos la experiencia doliente de la enfermedad. 

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