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JAQUE AL PEÓN. EXTRACCIÓN DE RENTAS, DINASTÍAS DE PODER Y DESPLAZAMIENTO DE CLASES POPULARES EN LA BARCELONA CONTEMPORÁNEA

En la literatura vinculada a los procesos de transformación urbanística de Barcelona, es fácil encontrar distintos intentos por establecer ciertas etapas en las que clasificar las últimas décadas de la ciudad. Desde la administración porciolista hasta nuestros días, éstas pivotarían sobre un eje establecido en el supuesto cambio vivido con el primer gobierno democrático tras la Transición. Entendemos que esto es así porque dichas clasificaciones se encuentran basadas en conceptos tales como la amplitud de la intervención, o los objetivos generales perseguidos, mientras olvidan cuestiones como los grupos sociales que se beneficiaron o perjudicaron de los resultados. Si hay una característica que destaque en el tan manido “Modelo Barcelona” es la famosa colaboración público-privada impulsada desde las instancias municipales. Presentada como una forma moderna de intervención sobre la ciudad, esconde realmente la externalización y privatización de las políticas locales bajo el neoliberalismo. Y no solo eso, sino que en sí mismas son la demostración práctica de que todo intento de diferenciar el urbanismo en Barcelona en etapas, es fútil. Empresas como FCC o ACS, entre otras, ya colaboraban hace 50 años en el diseño de la ciudad a través de la vinculación de parte de su equipo técnico, o los miembros de los Consejos de Administración, con la política municipal de aquel entonces. En pleno siglo XXI, continúan haciéndose con la mayoría de las contratas que se ejecutan en Barcelona, constituyendo una auténtica dinastía local. Justo en el lado contrario, las clases populares siguen jugando un papel de comparsa en el reparto del pastel urbano. La ausencia de canales de participación auténticos, de empoderamiento popular, los sitúa justo en el mismo lugar que hace cinco décadas. Es así que procesos como la periferialización y la gentrificación inciden en el desplazamiento y desposesión de estos grupos socialmente más débiles. En definitiva, un auténtico jaque al peón.

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