Las palabras “Lava Jato”, "Petrolão" y “Mensalão”, en Brasil, o “Old fund”, “Hotesur”, “Ricardo Jaime”, en Argentina, se han convertido en palabras repetidas hasta el cansancio por la prensa y pesadillas para el saliente kirchnerismo y el gobierno del PT. Como otros gobiernos progresistas sudamericanos, la corrupción se ha vuelto una de las causas de mayor descontento de la población. La situación es la misma que en gobiernos conservadores o liberales, pero en el caso de la izquierda los mismos abren una doble reflexión. Por un lado, moralmente sería más grave en un gobierno de izquierda que se repitieran prácticas asociadas anteriormente a la "vieja política". Por otro lado, la corrupción es al mismo tiempo minimizada, en un razonamiento que antepone a esa cuestión otras razones que serian más profundas. A la visión "patrimonialista", la izquierda impone el argumento de que el verdadero problema es la distribución de la riqueza o el capitalismo. Desde este punto de vista, las denuncias de corrupción son consideradas desvíos de atención, cuando no justificadas, si se considera que lavado de dinero o cajas de financiamiento no declaradas, por ejemplo, se realizan para una causa colectiva (como ganar una elección) y no para enriquecimiento personal. En esta presentación me interesa partir del tratamiento de la corrupción en la izquierds sudamericana reciente para abrir una reflexión antropológica sobre moralidad y pensamiento político que permitan ayudar a entender las formas en que este tema es conceptualizado desde estas experiencias políticas.