Venezuela constituye una sociedad popular que no se reconoce en sus obras. Su comportamiento populista se inscribe en la cultura matrisocial, cuyo estado subjetivo la enajena de sí misma, comprometiendo su ser político y su proyecto de sociedad. Nuestro objetivo consiste en una crítica a la razón étnica (imaginario popular) que, por su yo real impotente, bloquea el pensamiento de identidad, originando una crisis de pueblo (Briceño Iragorri, 1972), un laberinto de discursos (Briceño Guerrero, 1986), un trauma de compulsiones psíquicas (Mijares, 1970). El complejo matrisocial justifica la deuda populista del pueblo con el estado, intensificando políticamente su regresión intrauterina y su opacidad de realidad. Llevada por su enajenación al desamparo, la sociedad se extravía aún en la búsqueda y anuencia de falsas protecciones por parte de caudillos caciquiles (edipo), cuando por su yo ideal prepotente cree llegar a revoluciones sociales que terminan siendo cambios inmóviles con carácter de paraíso matrisocial. Así la élite supeditada al capital extranjero para aprovecharse de la dominación, se extravía despreciando al pueblo (dis-paridad social), el cual con conducta inercial se complace como igualitario con la élite (paridad cultural). El complejo matrisocial inconsciente retrotrae a la sociedad a vivir en un desorden étnico originario, que en tiempos de matrisocialidad exacerbada, como el político bolivariano actual, le conduce a un radical libre cultural de enajenación existencial extrema. Palabras claves: Identidad, pueblo, populismo, matrisocialidad, desorden étnico