Reflexionar sobre las variadas maneras de habitar el espacio, implica poner en la mesa de debate las condiciones que hacen posible que los sujetos acudan a aquél para realizar un conjunto de prácticas sancionadas histórica y socialmente; al señalar lo anterior, podemos afirmar que el espacio está atravesado por el poder, es decir, por un conjunto de regulaciones que determinan formas singulares de desplazarse por él y hacer uso del mismo, obteniendo a cambio aprobación o reprobación social, según una serie de atributos arbitrariamente asignados, entre ellos, los contenidos en representaciones de género y de clase; de esta manera, cabe preguntarse ¿qué implicaciones tiene el uso del espacio para aquellos sujetos cuyos ejes de ordenamiento social los sitúa desde ese par de condicionantes? A partir de una revisión documental referida a la zona metropolitana de la ciudad de Puebla durante los dos últimos años, atenderé las conexiones de género y clase que se ceban en la expresión de violencia exacerbada hacia las mujeres, conocida como feminicidio. Es relevante dar lugar a esta reflexión, puesto que el contexto económico-político del capitalismo contemporáneo, ha inducido –de manera perversa- una transformación de las identidades de mujeres y hombres y, por consiguiente, también de sus prácticas, las cuales inevitablemente conducen a aquellas a su inserción en espacios históricamente no reconocidos como permisibles, situación que las sitúa en una experiencia marcada por la tensión históricamente inscrita en la dualidad público-privado, que deviene en confrontaciones de género y de clase por el uso del espacio.