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La Antropología en los tiempos del cólera. Una reflexión y un balance

Reconozcámoslo, es difícil demostrar la bondad de nuestras habilidades en orden a explicar los fenómenos sociales, o ayudar a ello al menos. Nuestra competencia para procurar claridad a las cosas que pasan o han pasado es inversa a nuestra capacidad de hacerla reconocer, seguramente porque nuestras luces oscurecen, puesto que desvelan la complejidad y la irreductibilidad de los fenómenos que abordamos, ¿Qué puede esperarse de ese oficio nuestro que requiere tenacidad y paciencia en el trabajo de campo, sensibilidad en las descripciones, escrúpulo en los análisis y prudencia en las conclusiones? ¿Cómo puede competir en un terreno copado por la trivialidad, por los juicios precipitados, el vértigo de la última noticia, el espectáculo fácil, las sentencias de intelectuales al tiempo superficiales y serviles, características que tal vez es de mí mismo de quien hablan? ¿Qué puede aportar esa extraña disciplina que escribe a mano sobre la vida que transcurre ante sus ojos? ¿Qué lugar le espera a nuestra forma de dar con las cosas, complicándolas, en una sociedad de la que se enseñorea lo fácil?

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