El papel de las infraestructuras es a menudo injustamente obviado en los análisis antropológicos como potenciales lugares de reencantamiento en el espacio público pretendidamente secularizado de nuestras ciudades. Una investigación etnográfica desarrollada en la estación de metro de Rocafort –nodo céntrico de la red metropolitana de Barcelona–, pretende analizar el conjunto ideacional de narraciones y prácticas asociadas a la experimentación de apariciones fantasmales por parte de quienes conviven diariamente en sus instalaciones. A partir de  los relatos que en los últimos años conectan el repunte del suicidio anómico con las manifestaciones espectrales percibidas en sus túneles, el papel del metro como complejo subterráneo de equipamientos permite abrir la reflexión sobre el lugar que ocupan las infraestructuras en los nuevos folks. Así, éste aparecería doblemente situado. Por una parte es, en tanto que infraestructura física, ese espacio social que, escogido como lugar para el suicidio, no puede desligarse del universo de referencias culturales que definen el uso y las representaciones de la infraestructura dentro de su concreto marco de relaciones sociales impuestas por el capitalismo moderno. Por otra parte, se constituye como escenario en los relatos de apariciones, actualizando el lugar mítico correspondiente al inframundo, sin abandonar, en su cualidad de “ciudad de los muertos”, sus vínculos representacionales con la ciudad y sus infraestructuras. Fuera de cualquier exotismo, esta lectura se corresponde, además, con el papel soterrado o subalterno que, en el plano infraestructural-ideológico dominante, sufren los discursos críticos sobre los procesos de exclusión y  alienación que alimentan el suicidio anómico. 

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