Los monumentos son elementos fundamentales de la vida de las ciudades en tanto que condensadores simbólicos de la memoria de sus habitantes. Si bien, las más de las veces sobre ellos se impone un relato hegemónico institucional que a priori anula las posibilidades de que los mismos puedan representar otras visiones y voces sobre determinados acontecimientos históricos o sobre un uso específico del espacio urbano en que se insertan. En algunos casos la clara apropiación institucional y en otros la directa evocación a una determinada forma de interpretar la historia local anularían los intentos de pluralizar su carácter simbólico. Este sería el caso del Monumento a Los Caídos de Pamplona-Iruña, erigido en honor a los fallecidos del bando sublevado contra el régimen democrático de la II República. No obstante, durante los últimos años se ha cuestionado esa relación unívoca de dicho monumento con una única manera de interpretar su carácter memorial (de los vencedores de la guerra civil y de exaltación del franquismo) atendiendo a su vez a su condición de elementos urbano con otros usos más allá de los estrictamente rememorativos. En este sentido, se analiza el debate existente en el que se dirime la posibilidad de resignificar este espacio de la memoria de los vencedores de la guerra civil o la necesidad de derruirlo, atendiendo a distintas voces convocadas en el mismo: asociaciones memorialista, usuarios y residentes, artistas plásticos, cineastas, historiadores, políticos o urbanistas.

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