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Itinerarios de experiencia de Dios. Etnografía de una práctica católica ¿postcristiana?

Las categorías religión y espiritualidad siguen siendo a día de hoy motivos de debates acerca de sus definiciones, de sus límites, y de la pertinencia o no de considerarlos como conceptos opuestos o complementarios. Más allá de las posibles distinciones actuales, hay algunas cuestiones que algunos autores están señalando cómo punto crucial en la construcción de dicho par –a veces opuestos- de conceptos religión/espiritualidad y su aplicación al estudio de las prácticas espirituales; por un lado las raíces de la espiritualidad contemporánea en el movimiento Romántico del s. XVIII, y por otro lado el “olvido” de Weber en la construcción de su tipología Iglesia/secta, para la cual obvia un tercer tipo, el misticismo (Frigerio, 2016). Al hilo de estas reflexiones epistemológicas y teórica, en el estudio sobre “nuevas” espiritualidades se hace necesario repensar las categorías de análisis desde un revisión al origen de dichos conceptos, así como la apuesta por crear nuevos conceptos que reflejen la complejidad a la que nos enfrentamos. En concreto, en el trabajo de campo que estoy realizando dentro de un grupo laico de espiritualidad ignaciana, se hace evidente la insuficiencia de algunos de los conceptos que hasta el momento han sido claves. Lo que se supone como una práctica religiosa asociada al catolicismo incorpora toda una serie de elementos comunes a la nueva espiritualidad, destacando por ejemplo un especial hincapié en la experiencia directa y subjetiva, motivo por el cual conviene entenderla dentro de la espiritualidad postcristiana.

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