Como sabemos, el tatuaje ha tenido una percepción social diferenciada según el contexto y el momento cronológico y su dinámica ha sido y es muy variada. Centrándonos en el ámbito español, desde inicios del siglo XX estuvo ligado a la esfera de la marginalidad como forma de diferenciación y continuidad heredada de épocas anteriores, según se recoge en la obra del afamado Rafael Salillas. El mundo de la delincuencia en particular, pero también de la marinería y de la vida castrense serían los espacios donde habría de habitar. A raíz de este hecho nos preguntamos por la forma en que la población percibiría esta práctica y su repercusión en la vida pública. Para abordar este reto nos sumergimos en las viñetas como forma de acercarnos al marco social, específicamente a partir de los años cincuenta. En ese momento surgirían numerosas cabeceras por parte de la editorial Bruguera que habrían de reproducir en sus páginas la realidad circundante. Los resultados obtenidos sobre esa biblioteca visual destinada a la juventud, que en mayor o menor medida habría de interiorizar dichas imágenes, revelan una mayor presencia de este tipo de manifestación cultural de lo que tradicionalmente, desde un punto de vista histórico, hemos conocido.

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