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La cultura al servicio de la legitimación política en el NO-DO franquista.

El régimen franquista hizo uso de elementos culturales para su legitimación política. Fue un uso que se hizo necesario para mantenerse en el poder durante cuarenta años de gobierno ya que esa continuidad no podía sustentarse solamente en la represión o en el castigo. Fue precisamente en la "producción" en donde el franquismo pretendió encontrar legitimidad política y a ella dedicó gran parte de su propaganda en NO-DO. El poder puso en marcha todos los dispositivos a su alcance para asegurarse que cuando autoridades relacionadas con el régimen asistieran a algún acto oficial, hubiese allí convocada una multitud extraordinaria y, como mínimo, un grupo de músicos representando a la cultura de un u otro lugar; personas que con sus cuerpos desarrollaban "cultura" popular a los pies del poder. Desde ese lugar, el franquismo se sirvió de elementos culturales concretos que se convirtieron –a través de la retórica de NO-DO– en rendido homenaje del pueblo a su Caudillo. Lo que NO-DO no explicitaba en su discurso era el hecho de que la participación en esos actos –o la simple presencia– no eran una alternativa opcional sino una actividad obligatoria en la que, sin duda, también se articulaban resistencias. Ese uso de la cultura, asimilada y subalternizada por el poder para legitimarse, sigue estando activo hoy en actos institucionales y múltiples rituales políticos en los que el poder hace por encontrarse con la cultura en el mismo escenario sin que se produzcan a menudo análisis críticos sobre el coste a pagar por tal asociación.

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