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Pigmalion y Galatea o el escurridizo juego de esculpir el texto antropólogico

En la presente exposición me propongo reflexionar acerca del escurridizo juego de escribir un texto etnográfico cuando emprendemos investigaciones cuyo objeto de estudio es la violencia contra la mujeres. Expongo los desafíos de repensar las restricciones que impone una epistemología colonialista y empirista en la que la autora juega el papel de escultora que muestra y oculta registros desde un lugar autoridad y un discurso de verdad, en el que incluirse en el relato rompe con un tácito consenso del deber etnográfico, a saber, escribir sobre los otros como si fueran entidades limitadas; y por deber en la producción de conocimiento: no exhibirse así misma como sujeto emocional, involucrada. Sumado al desafío de narrar la violencia sin convertir en cosa a quien está sujeto a ella, sin encapsular la dimensión de despojo, angustia, miedo y dolor difícil de tramitar para quien la vivió en primera persona y para quien acompaña la rememoración de esos momentos. Encuentro un deseo disciplinar con reglas sobre-entendidas, pero también un deseo propio, de esculpir el cuerpo etnográfico de nuestros textos, guardando en la gaveta emociones y equívocos. Utilizo la obra de Pigmalion y Galatea como una metáfora; tal representación me sugiere el quehacer etnográfico: Pigmalion besando su obra de arte deseándola perfecta; obsesión del sujeto que hace etnografía y anhela cerrar su obra, cegado a lo que el trabajo de campo le presenta: un sin control acerca de los sucesos, donde cabe preguntarse ¿quién esculpe a quién?

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