Hace tiempo escuché que la idea de AIBR había nacido de la mano de varios estudiantes en el despacho que Beatriz Moncó tenía en la Universidad Complutense de Madrid. Por eso siempre ha sido una especie de madrina de la asociación y la única socia de honor que hemos tenido hasta hoy. Yo no fui testigo de ese momento seminal, pero mi relación con Beatriz se inició ligada a nuestra asociación. Nada más unirme al que entonces era un proyecto incipiente, Sergio López me invitó a una pequeña cena en la que participaba Beatriz, una referencia obligada en la antropología española y de la que me sorprendió esa mezcla de erudición y cercanía que regalaba. Allí pude comenzar a conocerla más allá de sus textos y acercarme a una mujer que siempre me apoyó y me trató con una sonrisa. En varias ocasiones, tuve la fortuna de participar en tribunales de tesis dirigidas por ella y siempre fueron auténticas oportunidades de aprendizaje que reflejaban su meticulosa guía teórica y metodológica. (...)
Hace tiempo escuché que la idea de AIBR había nacido de la mano de varios estudiantes en el despacho que Beatriz Moncó tenía en la Universidad Complutense de Madrid. Por eso siempre ha sido una especie de madrina de la asociación y la única socia de honor que hemos tenido hasta hoy. Yo no fui testigo de ese momento seminal, pero mi relación con Beatriz se inició ligada a nuestra asociación. Nada más unirme al que entonces era un proyecto incipiente, Sergio López me invitó a una pequeña cena en la que participaba Beatriz, una referencia obligada en la antropología española y de la que me sorprendió esa mezcla de erudición y cercanía que regalaba. Allí pude comenzar a conocerla más allá de sus textos y acercarme a una mujer que siempre me apoyó y me trató con una sonrisa. En varias ocasiones, tuve la fortuna de participar en tribunales de tesis dirigidas por ella y siempre fueron auténticas oportunidades de aprendizaje que reflejaban su meticulosa guía teórica y metodológica. (...)