Tuve la fortuna de conocer a Beatriz Moncó Rebollo (1955-2023) mediados los años ochenta, cuando acababa de concluir su tesis doctoral y luchaba denodadamente por conquistar un espacio en la antropología española. También era el momento en el que comenzaba a soñar con un futuro gracias a que la vida familiar y la social le sonreían. Inquieta y apasionada, avanzaba sin parar en la conquista de un mundo intelectual que recogía muchas de las preocupaciones académicas de la época, en una España que oteaba tiempos mejores que los que había vivido. Beatriz Moncó pertenecía a una generación que ingresa en la universidad en los estertores del franquismo y concluye sus estudios cuando aun estaba muy presente el espíritu de la Transición en la vida del Estado. Por lo tanto, tuvo la fortuna de conocer una España en la cual se distinguía cada vez más nítidamente, en medio de las sombras de aquel largo amanecer, un horizonte de anhelos y esperanzas.
Tuve la fortuna de conocer a Beatriz Moncó Rebollo (1955-2023) mediados los años ochenta, cuando acababa de concluir su tesis doctoral y luchaba denodadamente por conquistar un espacio en la antropología española. También era el momento en el que comenzaba a soñar con un futuro gracias a que la vida familiar y la social le sonreían. Inquieta y apasionada, avanzaba sin parar en la conquista de un mundo intelectual que recogía muchas de las preocupaciones académicas de la época, en una España que oteaba tiempos mejores que los que había vivido. Beatriz Moncó pertenecía a una generación que ingresa en la universidad en los estertores del franquismo y concluye sus estudios cuando aun estaba muy presente el espíritu de la Transición en la vida del Estado. Por lo tanto, tuvo la fortuna de conocer una España en la cual se distinguía cada vez más nítidamente, en medio de las sombras de aquel largo amanecer, un horizonte de anhelos y esperanzas.