Conocí a Beatriz Moncó en el círculo que Carmelo Lisón Tolosana, nuestro común maestro, alimentaba en Madrid y otros lugares de la geografía peninsular. Más allá de la vida departamental, sobrepasándola sobradamente, el maestro Lisón mantuvo a lo largo de su vida varios focos de confluencia entre antropólogos, a cuyo lenguaje incorporaba con naturalidad la Historia. Sea donde fuera, ya que no recuerdo la circunstancia concreta, en uno de estos encuentros, quizás en la Casa de Velázquez, conocí a Beatriz Moncó Rebollo. Estos espacios de sociabilidad permitían el contacto entre investigadores en un clima de fraternidad y reconocimiento muy ajeno a las lógicas departamentales, desde antiguo plenas de tensiones e intereses creados. (...)
Conocí a Beatriz Moncó en el círculo que Carmelo Lisón Tolosana, nuestro común maestro, alimentaba en Madrid y otros lugares de la geografía peninsular. Más allá de la vida departamental, sobrepasándola sobradamente, el maestro Lisón mantuvo a lo largo de su vida varios focos de confluencia entre antropólogos, a cuyo lenguaje incorporaba con naturalidad la Historia. Sea donde fuera, ya que no recuerdo la circunstancia concreta, en uno de estos encuentros, quizás en la Casa de Velázquez, conocí a Beatriz Moncó Rebollo. Estos espacios de sociabilidad permitían el contacto entre investigadores en un clima de fraternidad y reconocimiento muy ajeno a las lógicas departamentales, desde antiguo plenas de tensiones e intereses creados. (...)