En octubre de 2000 con la exhumación de la fosa común de “Los 13 de Priaranza”, en Priaranza del Bierzo (León) comienza la última e inacabada etapa de exhumaciones de asesinados y asesinadas en la retaguardia franquista, caracterizada por la participación de equipos técnicos arqueológicos y forenses. El trabajo forense realizado en las exhumaciones reproduce pautas de acción que pretenden reproducir una escena judicial que está reconociendo el escenario de un crimen, sin embargo la ausencia de judicialización en el caso español posibilita procesos de comunicación, de transformación social y de duelo distintos a los esperados. A partir del trabajo de campo realizado en el Valle del Tiétar, la presente ponencia propone reflexionar sobre cómo el encuentro de saberes distintos y jerarquizados -“expertos”, locales y compartidos- posibilita el éxito de la exhumación en sí. A su vez, pensando en la “tercerización” de las exhumaciones que ha caracterizado el modelo español de exhumaciones, realizadas en muchas ocasiones por voluntarios/as que a veces también son familiares, e inspirada en los procesos mexicanos de búsqueda y exhumación, propongo pensar en el poder del hueso y el poder de la acción, para el duelo social y familiar
English:En octubre de 2000 con la exhumación de la fosa común de “Los 13 de Priaranza”, en Priaranza del Bierzo (León) comienza la última e inacabada etapa de exhumaciones de asesinados y asesinadas en la retaguardia franquista, caracterizada por la participación de equipos técnicos arqueológicos y forenses. El trabajo forense realizado en las exhumaciones reproduce pautas de acción que pretenden reproducir una escena judicial que está reconociendo el escenario de un crimen, sin embargo la ausencia de judicialización en el caso español posibilita procesos de comunicación, de transformación social y de duelo distintos a los esperados. A partir del trabajo de campo realizado en el Valle del Tiétar, la presente ponencia propone reflexionar sobre cómo el encuentro de saberes distintos y jerarquizados -“expertos”, locales y compartidos- posibilita el éxito de la exhumación en sí. A su vez, pensando en la “tercerización” de las exhumaciones que ha caracterizado el modelo español de exhumaciones, realizadas en muchas ocasiones por voluntarios/as que a veces también son familiares, e inspirada en los procesos mexicanos de búsqueda y exhumación, propongo pensar en el poder del hueso y el poder de la acción, para el duelo social y familiar
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