AIBR http://www.aibr.org Registro AIBR, SSCI text/plain; charset=utf-8 TY - JOUR JO - ARIES, Anuario de Antropología Iberoamericana TI - Violencias, deseos y afectos en el trabajo de campo en zonas rurales de México. VL - IS - 2019 PB - Asociación AIBR, Antropólogos Iberoamericanos en Red T2 - ARIES, Anuario de Antropología Iberoamericana PY - 2019 M1 - SN - 2530-7843 UR - https://aries.aibr.org/articulo/2019/13/2928/violencias-deseos-y-afectos-en-el-trabajo-de-campo-en-zonas-rurales-de-mexico DO - doi: AU - NURIA JIMÉNEZ GARCÍA A2 - A3 - A4 - A5 - A6 - A7 - SP - LA - Esp DA - 13/12/2019 KW - Epistemología feminista, trabajo de campo, sexualidad, violencia. AB - Spanish: La posición de la etnógrafa en el «campo» es tanto de actor como objeto y esto también se refiere al aspecto sexual, «el campo como un campo sexualizado supone una complejidad mayor, con muchas aristas» (Reartes y Castañeda, 2001: 202). Un campo con muchas aristas en el que estamos desnudos, si no físicamente, si emocionalmente, en una situación de vulnerabilidad (Altork, 1995; 120). Este período «de campo», como sabemos, es necesario para la investigación antropológica y la mayoría de las veces, sobre todo las primeras, supone una especie de «ritual de paso», una catarsis, una iniciación que toda y todo antropólogo debe realizar. En la etnografía los y las investigadoras somos el instrumento de investigación por excelencia (Hamme y Atkinson, 1994: 13). Nuestro cuerpo, nuestros sentidos y nuestras emociones son las herramientas de trabajo. La antropología ha invisibilizado la importancia que tiene el que seamos sujetos sexuados, eróticos y portadores de deseo (como no trascendente en el campo) y emociones, algo básico a la hora de hacer etnografía. Una de las razones de este silencio podría deberse al desprecio que la antropología ha expresado hacia las narrativas personales y la dicotomía entre intelecto/emoción, despreciando lo emotivo por considerarlo no científico (Reartes y Castañeda, 2001: 201). Otra de las consecuencias de este desprecio ha sido el gran silencio mantenido en la disciplina acerca de las violencias, discriminaciones, intercambios afectivos y relaciones de poder en el campo. Sobre todo esto y a partir de mi experiencia personal me propongo hablar.   English: La posición de la etnógrafa en el «campo» es tanto de actor como objeto y esto también se refiere al aspecto sexual, «el campo como un campo sexualizado supone una complejidad mayor, con muchas aristas» (Reartes y Castañeda, 2001: 202). Un campo con muchas aristas en el que estamos desnudos, si no físicamente, si emocionalmente, en una situación de vulnerabilidad (Altork, 1995; 120). Este período «de campo», como sabemos, es necesario para la investigación antropológica y la mayoría de las veces, sobre todo las primeras, supone una especie de «ritual de paso», una catarsis, una iniciación que toda y todo antropólogo debe realizar. En la etnografía los y las investigadoras somos el instrumento de investigación por excelencia (Hamme y Atkinson, 1994: 13). Nuestro cuerpo, nuestros sentidos y nuestras emociones son las herramientas de trabajo. La antropología ha invisibilizado la importancia que tiene el que seamos sujetos sexuados, eróticos y portadores de deseo (como no trascendente en el campo) y emociones, algo básico a la hora de hacer etnografía. Una de las razones de este silencio podría deberse al desprecio que la antropología ha expresado hacia las narrativas personales y la dicotomía entre intelecto/emoción, despreciando lo emotivo por considerarlo no científico (Reartes y Castañeda, 2001: 201). Otra de las consecuencias de este desprecio ha sido el gran silencio mantenido en la disciplina acerca de las violencias, discriminaciones, intercambios afectivos y relaciones de poder en el campo. Sobre todo esto y a partir de mi experiencia personal me propongo hablar.   CR - Copyright; 2019 Asociación AIBR, Antropólogos Iberoamericanos en Red ER -